Cargando Busqueda de la Web
|
Camadas T y P de Castro-Castalia Ya lo dije en el capítulo anterior, pero conviene insistir en ello todavía un poco más; cuando un Criador (e incluso un pseudo-criador, mal que me pese admitirlo) decide cruzar dos perros, para obtener una nueva camada, está incidiendo expresamente en la Evolución de esa raza y de alguna manera interfiere y trata de modificar el mismísimo patrón genético… y dije también que éste no es un hecho baladí, porque esa interferencia que realizamos nosotros, es lo que se denomina evolución selectiva, o simplemente Selección. Cuando nuestros antepasados “adoptaron” a los lobos salvajes que se acercaban a sus campamentos nómadas para aprovecharse de los desperdicios alimentarios que quedaban atrás, poco podían imaginar hasta qué punto iban a interferir en la evolución de la especie. Poco a poco, los lobos fueron domesticados y se convirtieron en inseparables del hombre. Y cuando el hombre comprendió todo lo que el cánido tenía para ofrecer, empezó a sacar provecho de sus virtudes no ya solamente como cazador, sino como guardián luego, más tarde como pastor y siempre como compañero. Esto justifica que hoy en día el perro, cualquiera que sea su aspecto, su talla, su tipo, esté presente en tantísimas actividades de cuántas desarrolla el ser humano, desde ser sencillamente la mascota de un niño feliz o de un anciano que se ha quedado solo en este mundo, hasta acompañar enfermos terminales en un hospital, guiar invidentes o sordos por una gran ciudad, salvar vidas humanas y localizar cadáveres en catástrofes, ayudar a los médicos a detectar melanomas y otros tipos de cáncer de piel en personas que todavía no presentan síntomas, a través del depurado olfato perfectamente adiestrado para tal menester, avisar al epiléptico con la suficiente antelación de cuándo se le va a producir un nuevo ataque, y todo ello sin hacer dejación de sus otras ocupaciones, en las que ha sido indispensable durante más de quince mil años, caza, guarda y pastoreo. Un poco al azar al principio y luego cada vez con más intención, el hombre fue optando por mejorar, mediante cruces cada vez más elaborados, los atributos de los primeros perros y comenzó a fijar aquellas características que, para según qué menesteres, más le interesaban. Sin saberlo, estaba aprovechándose del ínfimo porcentaje de trazos heterocigotos presentes en los animales, para convertirlos en homocigotos; y, también sin darse cuenta, o quizás sí, estaba dando pequeños empujoncitos a la evolución natural, convirtiéndola en una evolución más selectiva, más “a la medida”. De esa manera primero involuntaria, inconsciente, casi fortuita, y luego ya cada vez más elaborada, más planificada, más intencionada, los primeros criadores fijaron una serie de características (a través de los genes homocigotos) como por ejemplo colores de manto, calidades de pelo, tipos de cabeza, de mordida, de orejas, de espaldas, de colas, temperamentos, habilidades muy diversas, etc.. Hoy por hoy, cuando la genética es una ciencia que empieza a estar al alcance de todos, ya no sólo podemos decidir cruzar a los perros de una u otra manera basándonos en el instinto o en unas necesidades concretas, como hicieron nuestros antepasados, sino que tenemos en nuestras manos la capacidad de determinar concienzudamente por qué y cómo queremos fijar tal o cual rasgo. Y ello porque, con los conocimientos que podemos tener en la mano, estamos capacitados para sopesar, en cada momento, qué nos interesa más y a dónde nos lleva una u otra decisión. Un Programa de Cría responsable y bien hecho, parte de una base fundamental, sementales y hembras de cría con todas la garantías, en cuanto a salud, comportamiento y tipicidad. Ya lo he dicho varias veces. Pero necesita, además, de un buen conocimiento, como ya he repetido hasta la saciedad, de los antepasados de esos ejemplares fundacionales, amén de mucha paciencia, planificación a corto, medio y largo plazo, empeño personal, honestidad, autocrítica, y, ¿por qué no admitirlo?, hasta de un poquito de buena fortuna. El uso inteligente de toda la información y el Conocimiento, con mayúscula, es lo que nos pondrá en el buen camino y nos llevará al éxito. Aprovechar todo lo anterior y culminar el esfuerzo pasa, también, por decidir en cada momento qué tipo de cruce conviene más a nuestro Programa de Cría. Demasiadas veces me sorprendo (y hasta confieso que me asusto) cuando personas que me dicen estar sumamente interesadas en empezar a criar cachorros con ejemplares de mi afijo, admiten a poco que les haga un par de preguntas con cierta carga de profundidad, que no tienen ni idea de lo que es un out-cross o un line-breeding/in-breeding. Es decir que cuando empezaron a barajar la idea de producir una camada, cualquiera que sea su interés último (el placer puramente lúdico de ver crecer unos cachorros o el más crematístico y también más innoble –al menos a mi juicio- de intentar redondear sus ingresos mensuales), no se tomaron la molestia de hojear cuanto menos un par de libros sobre Genética y sobre Crianza, para familiarizarse aunque solo fuere de refilón con todo lo que conlleva el tema! No hace mucho tuve que “quitarme de encima” a un “gran entusiasta” de la raza, que se decía “especialmente interesado” por ser como yo, ¡vamos! “la continuación”, la sucursal, de mi programa de cría, en su país… al principio no sabía muy bien cómo hacerlo de forma diplomática, porque para más INRI el hombre era bastante afable, educado y simpático; finalmente, tras unas cuántas conversaciones en los pasillos de algunas Exposiciones Caninas y el intercambio de varios mails, centré el tema y le solicité copia del pedigrí de su macho, para analizarlo y ver si era compatible este perro con cualquier hembra de mi afijo que le pudiera ceder. Y ahí estuvo la clave. Le dije que, lamentándolo mucho, no veía ningún punto de confluencia entre las líneas de sangre de su perro – que era el resultado de un out-cross que no llevaba a ninguna parte— y las de mis ejemplares y… me quedé de piedra, cuando el hombre me escribió unas líneas preguntándome “qué era eso” de la exogamia y por qué me empeñaba yo en negarle una cachorra “sencillamente” por ese “pequeño detalle”. Sólo pude aconsejarle que se fuera a una buena librería o mejor aún a una gran Biblioteca o que mirara por Internet y buscara unos cuántos libros en los que nutrirse de información suficiente para poder, el día de mañana, llegar a algo más que a ser otro de los “pseudo-criadores” a los que me referí al principio de esta serie. Pero me temo que no me ha hecho mucho caso. Lo que sí sé es que, tras ese último mail, en el que le expliqué con todo detalle a qué me refería cuando le hablaba de la importancia de elegir perros machos y hembras que pudieran ser complementarios o afines para no continuar con el tan manido lema de “criar por criar”, ése auténtico ciclo vicioso de desconocimiento y desinterés, en el que se ven inmersos tantos de los que se meten en este difícil mundo de la crianza canina, nunca más supe nada de él. Y estoy casi segura que habrá comprado cualquier hembra, y hasta más de una, en cualquier otra parte, y pronto estará anunciando sus primeras camadas, hijos del Campeón de tal país (que lo es porque, la verdad, poca muy poca competencia se encontró en los rings, para obtener tal título) y vendiéndolas como el que vende churros... porque, y ése es otro tema que abordaré en alguna ocasión, la culpa de que haya tantos pseudo-criadores, no la tienen solo los que se meten en camisas de once varas, ni los Kennel Clubs que, a cambio de ingresar unos cuántos cientos de miles más de euros, o de lo que sea, en concepto de inscripciones de camadas, no se preocupan de consolidar unos mecanismos de control para evitar la cría masiva y mal hecha, sino los que en vez de acudir a Criadores con mayúsculas, se contentan con el primer cachorro (o el más barato) que se les ofrece, sin demasiadas garantías y con todavía menos expectativas de que en el futuro sea todo lo que su dueño soñó. Perdóneme el lector si me he excedido en la anécdota personal y en la crítica acérrima, pero créame que cuento todo esto para comenzar a centrarnos en el que será el tema de mi próximo artículo de la serie; los distintos cruces posibles (endogamia y exogamia) y el por qué de optar por una u otra fórmula, dentro de un programa de cría, en cada momento. Pero como digo, ese será asunto –espinoso y complejo—del que hablar dentro de quince días. (Texto original, escrito por Christina de Lima-Netto y/o Federico Baudin específicamente para esta página Web y protegido con Copyright. No puede ser reproducido ni total ni parcialmente por ningún medio, sin el expreso consentimiento de Castro-Castalia por escrito) |