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Zen y Zafiro de Castro-Castalia En el capítulo anterior hablamos de la forma de identificar y conocer la incidencia de ciertas enfermedades hereditarias en las distintas razas o en ciertos pools genéticos. Ahora es llegado el momento de aprender algo más sobre la forma de herencia y transmisión de algunas de esas enfermedades que tanta zozobra pueden llegar a causar al Criador responsable y preocupado de evitarlas en su Programa de Cría. Para empezar tengo que hacer una advertencia al lector y es que, desgraciadamente, no siempre resulta fácil aseverar que tal o cual tara o enfermedad provenga directamente de la herencia en sí misma y no sea el resultado de una condición adquirida a lo largo de la vida del animal. Por citar un ejemplo muy válido y relativamente común tenemos que un cachorro que en el momento de su cesión de propiedad presenta dos testículos perfectamente descendidos en el escroto, unos días o semanas después se convierte en criptórquido (presenta la ausencia de uno o de ambos testículos), simplemente debido a un factor puramente medioambiental como pueda ser el estrés motivado por el cambio de casa, de ambiente, de vida, de situación. Y ello porque el o los testículos se retraen en un momento dado y al enredarse con el cordón espermático se quedan “atascados” y no vuelven a su posición normal. Pues bien, en este caso tenemos que la criptorquídea, tantas veces hereditaria, no ha sido el resultado de un gen determinante sino de una situación concreta que ha producido el problema. No se trata pues en tal caso de una criptorquídea atribuible a la herencia genética ni a una tara como tal, sino a unas circunstancias bien distintas. Esto mismo puede ocurrir si por ejemplo a la edad de tres o cuatro años un animal que hasta ese momento estaba perfectamente sano y no presentaba sintomatología específica alguna, desarrolla una insuficiencia cardiaca determinada. Obviamente si a la edad de seis o siete semanas cuando fue inspeccionado por el Veterinario responsable no se detectó en ningún caso la presencia de un rumor cardíaco ni antes ni posteriormente tampoco, cabe pensar que la condición no es heredada sino adquirida por circunstancias ajenas a la genética en sí misma. Ya vemos pues cuán importante resulta para el Criador responsable, que sus Veterinarios practiquen un exhaustivo estudio a cada uno de sus cachorros desde el momento mismo del nacimiento y un seguimiento de sus condiciones de salud a lo largo del tiempo que permanecen bajo su tutela, dado que esa información puede resultar en el futuro esencial para entrar a valorar si tal o cual condición que puedan aparecer posteriormente tiene o no tiene una base genética y heredada. Cuando esto no ocurre, la falta de información puede enmascarar y equivocar un diagnóstico y modificar la presunción de las causas para tal o cual problema. Queda pues perfectamente claro que el control y la erradicación de muchas de las posibles enfermedades de transmisión genética se ha de basar en la habilidad para detectar y diagnosticar tal o cual tara o enfermedad lo más tempranamente posible de una parte y, de otra, en el conocimiento profundo de sus posibles formas de transmisión y herencia. Así de simple y así de complicado. Lo curioso del caso es que cuando una persona interesada en conocer qué enfermedades y taras pueden ser atribuibles a factores de herencia, estudia los listados que ya están disponibles y que supuestamente aclaran estos extremos, se encuentra con que en una gran mayoría de casos tales enfermedades o taras cuando son descritas no incluyen el modo de herencia, es decir no hablan de si se trata de un gen dominante o recesivo. Y ello porque tal información todavía no ha podido ser contrastada al cien por cien y a veces, muchas veces, se determinada su factor de “herencia” en base al estudio poco documentado y basado en unos pocos ejemplares emparentados entre sí (a veces no llegan siquiera a la decena) dentro de una raza concreta y poco más. Y es que para que se pueda afirmar con rotundidad que tal o cual problema tiene realmente una razón de ser basada en la transmisión familiar o racial, necesariamente han de concurrir y entrar a ser valorados toda una serie de factores más allá de los propiamente medioambientales y circunstanciales (los que determinarían que su razón de ser es puramente adquirida), hay que poder confirmar que exista una ligazón por razón de sexo, una co-dominancia, una penetrancia y una expresividad variables y ¡ay!, ahí está el quid de la cuestión. Muchos de los genes que concurren en la aparición de tal o cual tara, defecto o enfermedad transmisible genéticamente son recesivos y por lo tanto no fáciles de desenmascarar y poner al descubierto, lo que no hace más que complicar significativamente las cosas. Las buenas noticias son que si en algunos casos –desgraciadamente los menos—se consigue identificar a los ejemplares portadores de tales genes recesivos y se les elimina de los Programas de Cría afectados, entonces la corrección del problema se produce con relativa facilidad y rapidez, tal y como ocurre cuando el gen implicado es dominante y fácil de “detectar” por tanto. Y también resulta interesante tener en cuenta que siempre que se produzca un desorden genético de cierta importancia, el gen que lo cause será el mismo para todas las razas y por lo tanto, conocido éste, resulta más fácil identificar su presencia no en una raza concreta sino en todas. Sin embargo y esto es lo que acaba de dar al traste con la fe ciega de muchos, no es menos cierto que en demasiadas ocasiones una expresión genotípica idéntica no siempre implica una mutación igualmente idéntica y el modo de transmisión puede variar sustancialmente de una condición a otra… o sea que esta es la pescadilla que se muerde la cola. Y, curiosamente, es también lo que hace si cabe más apasionante la Crianza y también lo que hace de ella un auténtico Arte. Hay que ser muy tenaz y perseverar suficientemente para no dejarse llevar por el desaliento cuando uno se encuentra frente a frente con una duda sobre si una distiquiasis o un entropión, por ejemplo, o alguna de las posibles formas de diabetes, por citar otro ejemplo, de aparición tardía en un individuo son el resultado de la herencia propiamente dicha o, por el contrario, la consecuencia de una situación o circunstancia ajena a los genes propiamente dichos. (Texto original, escrito por Christina de Lima-Netto y/o Federico Baudin específicamente para esta página Web y protegido con Copyright. No puede ser reproducido ni total ni parcialmente por ningún medio, sin el expreso consentimiento de Castro-Castalia por escrito) |