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Si hasta ahora hemos hablado de lo que ha venido sucediendo en los últimos años y de cómo el esfuerzo de unos pocos entusiastas ha hecho posible que en apenas tres lustros la raza PDAE pasara del anonimato a un lugar de preferencia entre españoles y extranjeros, ahora conviene que analicemos aunque sea someramente, su pasado. Un pasado del que poco se sabe y en el que las hipótesis y la especulación han dado lugar a la leyenda. Lo primero que hemos de tener en consideración es que España es un país donde tradicionalmente se ha practicado el Pastoreo, una actividad milenaria que fue llevada a cabo por los distintos Pueblos que poblaron este suelo. Y para que esta actividad tuviera éxito y sirviera como modo de subsistencia –dadas las particulares condiciones climatologías de la Península Ibérica--, se hizo necesario llevar a cabo migraciones anuales, de los pastos de invierno a los de verano y viceversa... la trashumancia. Pero manejar tantas cabezas de ganado, de acá para allá, no era una tarea fácil, máxime porque había que luchar contra las alimañas y los lobos que continuamente acechaban y hacían peligrar la vida no solo de los animales sino de los propios pastores y así, el perro tomó un protagonismo si cabe mayor del que ya venía asumiendo desde que la caza se convirtiera en la primera actividad de nuestros antepasados, cuando eran nómadas para dar luego lugar al pastoreo cuando se forjaron los primeros asentamientos y núcleos estables de población. Esta situación y estas necesidades dieron lugar al desarrollo de una selección cada vez más sofisticada y exigente con base en la funcionalidad y las características propias de cada lugar cada vez más especializada de los canes que debían colaborar con el Hombre en las distintas tareas que a diario iba emprendiendo. Por un lado se hicieron imprescindibles los enormes Mastines, de gran tamaño y potencia, feroces, rústicos y temerarios, capaces de enfrentarse al Lobo y demás fieras salvajes y, por otro, nacieron paulatinamente otros perros, de menor tamaño, que se hicieron igualmente imprescindibles para la conducción del ganado. Es entre estos últimos entre los que se forja hueco el que hoy llamamos PDAE, junto con otros muchos tipos autóctonos (el Ca de Bestiar, el Carea Castellano, el Carea Leones, el Garafiano de la isla de la Palma, el Gos d’Atura Catalá, o el Majorero...), algunos de los cuales ya han visto reconocida su identidad propia y especifica por la RSCE o la FCI, mientras que otros esperan aún lograr ese reconocimiento definitivo. Y todos ellos son la muestra más patente y más palpable de la enorme variedad de nuestros perros de pastor, con tipos muy homogéneos y características físicas y psíquicas perfectamente adaptadas al medio en el que prestan su colaboración. Y es que la existencia del PDAE, al que antes se denominó “Turco” viene de muy antiguo y procede, según parece, del mismo tronco que el “Barbet” --cuyo nombre procede del francés “Barbe” (por sus largas barbas) y que es a su vez descendiente del antiguo canis aquaticus o perro de aguas; un perro bracoide, rarísimo hoy en día, de unos 55-60 centímetros de alzada, de manto brillante y denso, con el pelo agrupado en densos mechones, de color negro, gris, marrón unicolor y con manchas blancas--, que se considera en cinología como el “padre” de todos los Perros de Agua y de muchas otras razas de muestra. Es probable que los antepasados del PDAE, los Turcos andaluces, sean los antiguos “Perros de Aguas” españoles del que existen referencias escritas que se remontan al siglo X, por cuanto ya entonces se describieron unas características concretas que mucho tienen que ver con las de los ejemplares tal y como los conocemos hoy dia, especialmente en lo que se refiere a las lanas y al carácter y comportamiento. Otras hipótesis nos hablan de que estos perros pudieran haber sido introducidos en la región de Andalucía por los barcos de bandera turca (de ahí el primitivo nombre de “Turco Andaluz” que muchos sostienen debería preservarse) que mediaban en la exportación de nuestras ovejas merinas hacia Australia, a finales del siglo XVIII y principios del XIX. Esta posibilidad no es ni mucho menos despreciable dado que aún hoy en las costas de Turquía unos perros de características muy similares a las de nuestros PDAE continúan realizando la tarea de conducir a las piaras y a los rebaños desde los embarcaderos a las naves y viceversa. El propio Dühel, cinólogo alemán de reconocido prestigio, es partidario del origen asiático de los PDAE, según la cual estos habrían viajado acompañando a Alanos, Suevos y Vándalos y a otros pueblos bárbaros en sus sucesivas invasiones europeas., También hay quienes defienden la posibilidad de que sean los descendientes de los perros que acompañaron a los musulmanes durante su dominación de la Península y de hecho Goerges Louis Lecrerc, Conde de Bufón (1707-1788) --nombrado miembro de la Académie Française en 1753, entre otros méritos por ser autor de la Histoire Naturelle que aborda la Historia del Desarrollo del Planeta y la Historia Natural de los Animales (aves y cuadrúpedos) que aún sin llegar a enunciar ninguna teoría formal de la Evolución (como luego haría Charles Darwin) reconoció que las especies cambian con el Tiempo y se convierten en formas degeneradas de otras-- sostuvo la teoría de que la ganadería peninsular estuvo en el pasado altamente influenciada por las tradiciones del mundo árabe que, durante ochocientos años, implantó su cultura en estas tierras y que ello se dejó notar posteriormente, por ejemplo, en la forma de esquilar y lavar la lana y en el método de selección de los carneros dedicados a la reproducción, también llamados moruecos. Todo lo cual justificaría que, lógicamente, la influencia de estos pueblos del norte de África se dejara notar también en uso de los perros con los que se trabajaba y conducía al ganado lanar. Pero, y esto es lo realmente curioso, en la actualidad, en los países del Norte de África de los que procedieron los pueblos invasores que dominaron estos lares durante tantos siglos, no quedan vestigios de perros de agua similares al Turco, mientras que en Turquía sí que los hay y esto es lo que hace que los detractores de esta teoría sostengan su inconsistencia. (Texto original, escrito por Christina de Lima-Netto y/o Federico Baudin específicamente para esta página Web y protegido con Copyright. No puede ser reproducido ni total ni parcialmente por ningún medio, sin el expreso consentimiento de Castro-Castalia por escrito) |