Castro-Castalia Bullmastiffs

Mi perro no me obedece, Castro-Castalia Bullmastiffs
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Mi perro no me obedece, Castro-Castalia Bullmastiffs

Strike, Troylo, Gomez, Gorda, Chincheta y Lola

"La mayoría de los amos son, al final, capaces de aprender a obedecer a su perro"

INTEGRADO, RECEPTOR DE TODOS LOS MIMOS, JUGUETE PREFERIDO DE LOS NIÑOS, EL INDISCUTIBLE REY DE LA CASA

PERO ....

ESTA A PUNTO DE SER DESTRONADO, UN RECIÉN LLEGADO, UNA BOLITA DE PELUCHE, MONÍSIMO, MIMOSO, TIERNO, PATOSO, DIVERTIDO, TODO UN AMOR, VA A SER  LA "COMPETENCIA QUE VIENE DE FUERA".

En muchas ocasiones, cuando esto ocurre, el más afectado por la decisión es el propio dueño, que de alguna manera perece sentirse "culpable" de la decisión que va a tomar, como si de alguna forma lo sintiera como una traición hacia ese compañero de cuatro patas que hace las delicias de toda la familia en solitario desde hace meses o incluso años. Se plantean entonces cuestiones sobre cómo abordar los primeros momentos, cómo introducir al nuevo cachorro sin causarle un trauma al perro de más edad, al veterano, que lo es no necesariamente por la edad, sino por el hecho de estar ya en casa desde hace tiempo.

IMPORTANTE

Si nuestro perro es anciano, introducir un cachorro en nuestras vidas, es bueno, le aportara una inyección de vitalidad, unas nuevas ganas de vivir, esto hará que sus últimos tiempos con nosotros sean mas felices para el, ayudara también a la familia a superar la transición traumática de la perdida de nuestra mascota, ademas, el "peque" aprenderá las costumbres y buenos modos del mas anciano.

Y lo cierto es que no es siempre fácil que la relación cuaje desde el primer momento; de hecho pueden ocurrir y ocurren, en ocasiones, situaciones límites que acaban incluso en fracaso y que pueden hacer que el recién llegado tenga que volver nuevamente a casa de su criador.

Sin embargo, estas situaciones límite no siempre están propiciadas por los dos actores principales, el veterano y el novato, sino que  la mayoría de las veces son inducidas, de forma  indirecta, por ese dueño angustiado y abrumado por el sentimiento de culpa que no reconoce, pero que está ahí, se manifiesta de mil y una maneras, imperceptibles para él mismo, pero fácilmente detectables por el perro de la casa, que contagiado del nerviosismo del dueño, se crece ante el recién llegado y le desafía abiertamente, hasta llegar al enfrentamiento físico y a la agresión visceral.

Apenas unos días antes de poner en pie este artículo, conocí una de estas situaciones y hoy la pongo sobre el papel como ejemplo de lo que no debe ser, pues entiendo que puede valer de ayuda a muchas de esas personas que se están ahora mismo planteando precisamente el tener en casa un segundo perro y no saben cómo abordar el asunto de la manera menos traumática para el ya residente. Una mujer joven que había sido la feliz propietaria de una hembra de raza toy durante años, y que perdió de forma traumática, había adquirido hace ya un par de años un segundo ejemplar hembra de esa misma raza, con la que nuevamente se creó una total simbiosis. La perrita era "la reina de la casa" y cómo tal se comportaba y actuaba a sus anchas, sin jamás recibir un reproche y lo que es mucho peor si cabe, sin que se produjera en ningún momento una completa y adecuada socialización frente a otros muchos y muy variados perros no ya dentro de la propia casa, sino sobretodo en la calle y en distintas circunstancias. Decidió entonces esta mujer que había llegado el momento de poner en su vida otro perro y hacer realidad un sueño que venía atesorando desde hacía muchísimos años. Adquirió una hembrita de dos meses de edad, de talla gigante y se fue a casa con su sueño hecho realidad.

Cuatro días más tarde, su marido llamaba a la puerta de los criadores de esa cachorrilla de ocho semanas y siete kilos de peso, a altas horas de la noche, para devolverla alegando que la convivencia entre ambas era imposible, porque dos días antes la perra adulta había intentado comer del plato de la cachorra y esta le había hecho frente...  que desde entonces, su mujer estaba en un ¡ay!, en angustia permanente, que no comía ni dormía y que --claro está-- ante eso, la salud de su esposa estaba primero, entendiendo que no había más solución que deshacerse de la cachorra, equivocadamente considerada culpable de la situación.

¿Pero quién era el verdadero culpable ante un panorama como este? ¿El perro recién llegado? ¿El que ya vivía en la casa? ¿Los propietarios? El lector podrá sacar sus propias conclusiones, pero mi obligación, si esto escribo, es analizar este problema con ánimo de que no se repitan situaciones como estas cuando otras personas decidan hacer lo mismo que esta mujer, introducir el segundo perro en casa.

Lo primero que debe hacerse, cuando se decide optar por tener un segundo perro, es asegurarse de que el primero sea un animal perfectamente socializado, capaz de asimilar el "intrusismo" y para ello previamente se le debe preparar adecuadamente, llevándole desde bien cachorro a parques y jardines, calles transitadas, etc., dónde tenga la oportunidad de encontrarse con otros congéneres y hacer lo que todo perro bien socializado hace en tales ocasiones; olisquear y dejarse olisquear, jugar, correr y perseguirse, compartir algún objeto de deseo (léase: pelota, tronco, ramita, palito, etc.) y luego separarse, sin animadversión alguna. Para que esto sea posible, es necesario que acuda regularmente no a un solo parque, jardín o calle transitada, sino a muchos y diversos a lo largo de todo el periodo de socialización y luego, de adulto, también.

OJO AL DATO

La jerarquía es importante, entre ellos se establecerá sola, debemos respetar lo que la naturaleza impone, un adulto tiene derecho a gruñir y a dar un toque a un cachorro, es su manera de decir que “se esta pasando” y no debemos reñirle cuando ocurra, el instinto protegerá a nuestro cachorro que inmediatamente adoptara una postura de sumisión, y le dirá al adulto, que es un “bebe” y que no debe pasarse.

Mediante estas “demostraciones”, la paz y la jerarquía se mantendrán y evitara que se produzcan peleas serias.

Es asimismo importante que ese perro, dentro de su casa, acepte la visita esporádica de otros perros, a los que permita beber de su mismo bebedero, tumbarse en su propia cama, subirse --si es el caso-- a su sillón preferido, y ser acariciados por el dueño sin mostrar excesivos celos. Y por supuesto, permita igualmente que tomen sus juguetes y los mordisqueen, compartiendo el juego. Si todo lo anterior se hace con normalidad, ese perro aceptará incluso que los visitantes coman de su propio plato o de platos distintos, pero dentro de una misma habitación.

Cuando llega el día en que el nuevo cachorro ha de llegar a casa, se hace imprescindible que el primer contacto tenga lugar fuera del domicilio; y lo ideal es que ocurra en un parque, jardín o calle transitada... para repetir la situación que he expuesto previamente; ambos deben dejarse olfatear, deben jugar, correr y perseguirse y compartir algún juguete. El propietario vigilará, como es lógico, la escena por prudencia, pero lo hará a cierta distancia y sin inmiscuirse en absoluto en esta primera toma de contacto. Toda vez que los dos animales se conozcan y respeten mutuamente, será el momento de volver a casa, con ambos sujetos por sus traíllas, como si de un paseo convencional se tratara. No habrá demasiados aspavientos, ni excesivas muestras de cariño ni hacia el uno ni hacia el otro. La situación debe ser y parecer natural, como si así hubiera sido toda la vida.

Conviene asegurarse de que ambos perros, el residente y el nuevo intruso, traspasen el umbral de la puerta a la vez para no reforzar conductas de dominancia excesiva en el más mayor. Y luego dejarlos a sus anchas dentro de la casa, para que el novato vaya conociendo cada rincón. Otra opción, que muchas veces funciona, es llevarse durante unas horas al residente y traer al cachorro para que se familiarice con cada habitación, con los olores y los ruidos, y proceder luego a realizar esa primera toma de contacto en el exterior, como ya expuesto antes. Eso facilita el que cuando los dos regresen a casa, el segundo ya tenga una cierta familiaridad adquirida con el nuevo entorno en el que habrá de vivir a partir de ese momento.

Habrá que evitar en los primeros días que errores tan comunes en nuestro comportamiento, que no en el suyo, den al traste con la óptima convivencia y para eso será necesario que los dos coman por separado y ninguno interfiera mientras el otro come, habrá que evitar asimismo prodigar excesivas muestras de cariño al cachorro en presencia del adulto y vice-versa (es preferible refrenarse durante unos cuántos días para no estimular los celos del veterano, ni envalentonar al recién-llegado).

En suma, y si el lector me permite la comparación, esta es una situación muy similar a la que ocurre cuando los padres de un niño tienen a un segundo hijo y este bebé llega a la casa por primera vez. Ya se sabe que para que el crío más mayor acepte al hermano hay que ir con pies de plomo... pues algo muy similar ocurre cuando el segundo perro llega a casa.

El fracaso dependerá más de nosotros y de nuestro comportamiento, de nuestro sentido de culpa y de nuestros propios complejos, que de esos dos perros que, como animales sociales que son, serán capaces, si les dejamos, de establecer en muy poco tiempo sus propios límites y ocupar cada cual el lugar que les corresponde en el escalafón jerárquico que su propia naturaleza les impone por instinto puramente atávico. Algún rife-rafe habrá, es casi seguro, pero estará inducido por la propia naturaleza y por la necesidad de dejar las cosas claras. Si somos capaces de mantener la sangre fría y si evitamos interferir y tomar partido por cualquiera de los dos, en pocos días la armonía será posible y duradera.

FUNDAMENTAL

Aprenda a leer y a interpretar correctamente el lenguaje corporal canino, es muy diferente a nuestro, le ayudará a decidir cuándo es momento para intervenir en una situación determinada. Lea, investigue o consulte a un profesional de la educación canina, así podrá entender las “señales” y permitir que nuestro nuevo amigo ocupe su posición natural en nuestra jauría.

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(Texto original, escrito por Christina de Lima-Netto y/o Federico Baudin específicamente para esta página Web y protegido con Copyright. No puede ser reproducido ni total ni parcialmente por ningún medio, sin el expreso consentimiento de Castro-Castalia por escrito)

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