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Max de Castro-Castalia

"Errar es humano, perdonar, canino"

EL SEXTO SENTIDO DE LOS ANIMALES, ¿VERDAD O FALACIA?

Mucho se ha comentado, en los últimos meses, sobre la capacidad de los animales para predecir fenómenos telúricos de gran magnitud.

A raíz del Tsunami que, en diciembre de 2004, afectó a gran parte del continente asiático muchas  noticias han dejado constancia de cómo mariposas, elefantes, vacas o perros fueron capaces de detectar con anticipación lo que estaba por ocurrir, escapando así de las zonas de riesgo.

Es un hecho innegable que desde tanto como seis u ocho días antes de que ocurra un terremoto –a veces incluso más--,  se producen una serie de  fenómenos anticipatorios; el agua de los pozos se torna fétida y se enturbian las de arroyos y ríos, manantiales y fuentes naturales ven decrecer significativamente su flujo y hay emanaciones de gases, vapores y humos de color amarillento que parecen surgir de la nada. Y si bien nosotros, los seres humanos, tan desapegados ya de la Naturaleza somos incapaces de reconocer éstos como signos de que algo está por ocurrir, la mayoría de los animales, incluidos los domésticos, sí parecen darse cuenta de lo que acontece a su alrededor, como si de alguna manera se anticiparan a lo que va a suceder.

Yo recuerdo perfectamente como una tarde de febrero de 1965, paseando por las cercanías del Zoológico de Lisboa, constaté --no sin asombro-- cómo los distintos animales allí exhibidos vocalizaban una angustia que resultó ser premonitoria de un terremoto que se produjo esa misma noche y que alcanzó un valor de 7,6 en la escala de Richter. Y no hace tanto, este mes de Agosto, observé cómo mis dos burras, “Pizpireta” y “Preciosa”, normalmente tan apacibles y sociables, galopaban histéricas por la finca, sin que parecieran tener un rumbo fijo ni una razón lógica, poco antes de que el cielo hasta entonces perfectamente claro y azul, se cargara de densas nubes negras en apenas unos minutos y soltara una tromba de agua durante poco más de veinte minutos infernales, que dejó anegado todo el entorno por varias horas.

Parece claro, a la vista de estas y tantas otras reacciones, que los animales, gracias a sus más atávicos instintos de supervivencia, son capaces de percibir, por ejemplo, la vibración que producen los movimientos telúricos y también ciertos sonidos de baja frecuencia a los que el oído humano no es sensible, desde mucho antes de que sean detectables incluso por perceptores mecánicos, electrónicos y quimiotérmicos, y eso explicaría que con horas o días de antelación se desplacen a zonas que intuyen más seguras, vocalicen su nerviosismo y se comuniquen con sus congéneres como si trataran de avisarse unos a otros. Asimismo su desarrolladísima capacidad olfativa les permite percibir también ciertos cambios en el ambiente cuando está por producirse una tormenta y detectar el olor a agua mucho antes de que empiece a llover. Se entiende así pues que, conocedores de lo que está por suceder, intenten por todos los medios escapar a tiempo de aquellas zonas que intuyen como de mayor riesgo.

Esto fue lo que ocurrió, según cuentan las crónicas, cuado varias horas antes de producirse el terremoto de Indonesia y el posterior maremoto, los perros se negaban a pasear por las zonas costeras ante el asombro de sus propietarios, los elefantes desobedecían las órdenes de sus conductores y huían, tierra adentro, despavoridos y sin una razón aparente y los flamingos abandonaban sus zonas de anidaje.

Sin embargo, no todos los elefantes de la zona actuaron de la misma manera según se sabe ahora; de hecho, unos científicos que estaban estudiando el comportamiento de varios paquidermos en el Parque Nacional de Yala en Sri Lanka, explican que tenían a dos elefantes, un macho y una hembra, identificados y localizados mediante collares radio-controlados por GPS y ninguno de los dos mostró signos de pánico en las horas previas al Tsunami. Más aún, la hembra no sólo no escapó del lugar de riesgo, sino que pocas horas antes de que se produjera la ola gigante, tomó rumbo a la costa, totalmente ajena a lo que iba a ocurrir poco después.

Hablar pues de la capacidad sobrenatural de los elefantes para detectar seísmos y maremotos quizás sea una exageración, pero de lo que no parece haber duda es que fueron muchos más los cadáveres de humanos encontrados en las zonas devastadas por el terremoto y la ola gigante, que los de grandes animales dado que estos son por lo general capaces de correr más y cubrir mayores distancias en su huída.

De lo que no parece haber dudas es de que hacen falta grandes desastres como el Tsunami u otros de similares características, para seamos conscientes de hasta qué punto las relaciones entre animales y humanos son importantes, porque es entonces y sólo entonces cuando emergen historias sobre cómo, por ejemplo, los animales domésticos son capaces de “avisar” a las personas con la suficiente antelación de desastres de índole natural que tienen consecuencias devastadoras.

No en vano durante la Segunda Guerra Mundial muchas familias británicas y alemanas tomaron a sus mascotas como sus mejores aliados a la hora de avisarles de los raids aéreos ya que perros y gatos e incluso canarios, parecían tener constancia de que éstos se iban a producir con varios minutos de antelación; antelación suficiente como para que le diera tiempo a todos a ocultarse en los refugios previstos.

Un hecho incontestable es que tanto los cánidos, como los felinos y las aves (¡y no olvidemos a los delfines!), por citar sólo algunas especies, son capaces de detectar infrasonidos con frecuencias de 1 a 3 hertzios --mientras que los humanos no detectan nada por debajo de 100-200 hertzios--, de la misma manera que son muy sensibles a cambios electromagnéticos por mínimos que estos sean; y tanto infrasonidos como cambios electromagnéticos imperceptibles ocurren desde varios días antes de que se produzca un terremoto. Esto explicaría su capacidad de anticipación, no tanto porque tengan súper-poderes premonitorios, sino sencillamente porque son más sensibles a ciertas manifestaciones que se producen en la capa terrestre. Y explicaría también, por ejemplo, que en Agosto de 2004, catorce jaquetones manchados (Carcharhinus limbatus, una especie de tiburones) que estaban identificados mediante microchips y eran objeto de un estudio científico en las aguas de Florida, abandonaran precipitadamente su territorio de caza en la costa de Sarasota, doce horas antes de que el huracán Charley la tocara; un hecho sin precedentes puesto que nunca antes, durante los cuatro años que duraba ya el seguimiento, había ocurrido esto.

Y si bien los científicos occidentales parecen muy escépticos en relación con la posibilidad de que los animales domésticos y salvajes sean capaces de predecir grandes desastres, por el contrario los científicos chinos llevan desde 1970 animando a la gente a que avise de cualquier comportamiento anómalo de los animales. Más aún,.ellos  aseguran que gracias a la observación de las reacciones de éstos, se han podido evitar males mayores en muchas catástrofes al haber podido evacuar a las poblaciones que habitan zonas de alto riesgo sísmico con la suficiente antelación.

Cuando en 1755 se produjo en Lisboa el devastador Terremoto  del 1º de Noviembre que acabó con la vida de entre 50.000 y 100.000 personas y que aún hoy se considera como el más fuerte ocurrido en el continente europeo hasta ahora, hay constancia de que varios días antes aparecieron miles de gusanos sobre la superficie de las tierras aradas, gusanos que en condiciones normales nunca emergen.

La fineza de los sentidos fisiológicos del perro, por ejemplo, hace posible que estando adiestrado para la búsqueda y salvamento de personas en grandes catástrofes, pueda cubrir una hectárea de terreno en apenas diez minutos detectando rápidamente la presencia de seres vivos y cadáveres, tarea para la que se necesitarían diez personas dotadas con sofisticado instrumental tecnológico y setenta minutos mínimo de tiempo.

El desarrollado sentido olfativo de los perros, por ejemplo, está siendo aprovechado por la Medicina moderna para la detección precoz de ciertas formas de melanoma, cáncer de próstata, de mama, de pulmón y de páncreas. Los animales son entrenados para su detección tras haber olfateado el aliento de las personas afectadas. Asimismo se les adiestra para detectar con varias horas de antelación un ataque en personas epilépticas.

Murciélagos y delfines, elefantes y abejas son capaces de escuchar ultrasonidos; las aves migratorias utilizan su desarrolladísimo sentido de orientación y la captación de los campos magnéticos del Polo Norte para desplazarse de un punto a otro del planeta y los  ornitorrincos detectan los impulsos eléctricos creados por la actividad muscular en sus predadores, lo que les permite escapar a tiempo de sus garras… Se habla de un  sexto sentido de los animales pero lo más probable es que se trate solo de que su mayor capacidad olfativa, auditiva, visual y táctil actúe como aliada incontestable a la hora de predecir situaciones que puedan suponer un riesgo para su supervivencia. Así se sencillo y así de complicado.

Al Parque Nacional de Yala, en Sri Lanka, tras la devastación producida por la gigantesca ola y la pérdida de un gran número de vidas humanas, poco a poco han ido regresando los cocodrilos, jabalíes, búfalos, monos y las miles de especies de aves que habitualmente lo pueblan y que desaparecieron como por arte de magia horas antes del Tsunami; sin embargo aún hoy faltan los millones de mariposas que tradicionalmente han sido uno de los mayores reclamos para los turistas y que permanecen ausentes, sin que haya una explicación para este hecho insólito.

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(Texto original, escrito por Christina de Lima-Netto y Federico Baudin específicamente para esta página Web y protegido con Copyright. No puede ser reproducido ni total ni parcialmente por ningún medio, sin el expreso consentimiento de Castro-Castalia por escrito).

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