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Tontón, Malcom X de Castro-Castalia con 12 años "La mirada de tu perro, es el mejor espejo donde puedes comprobar, la grandeza de tu alma" Por desgracia, nuestros peludos tienen una existencia sensiblemente inferior a la nuestra, tan solo son unos 15 años de media a nuestro lado, esto que a priori nos parece un sin sentido, es tan solo una forma de compensar la fortaleza de nuestro alma, la naturaleza, nos priva de ellos, quizás, por que entiende que no puede ser bueno que permanezca a nuestro lado semejante adorador, que tener cerca de nosotros a alguien con esa capacidad de amar, solo puede ser contraproducente ya que nos obligaría a ser muchísimo más exigentes con aquellos de nuestra especie a los que permitamos entrar en nuestras vidas, estableceríamos comparaciones y, como siempre, serian odiosas. Por eso la naturaleza se ve obligada a darnos estas puñaladas, para compensar la felicidad recibida. A nadie, en su sano juicio, se le ocurriría sugerirle a una viuda reciente sustituir a su marido fallecido por otro en pocos días o semanas; ni a un padre, buscar a un hijo de repuesto, si ha tenido la desgracia de perder al suyo hace poco, nos parecería una atrocidad y un sin sentido carente de toda lógica... y sin embargo es muy frecuente escucharle a un pariente o a un amigo, decir que muerto el perro, se busque otro para rellenar el hueco que el anterior ha dejado en nuestras vidas. Esto ocurre porque, para muchas personas, la perdida de un amigo peludo no es algo irreparable, es inconsistente, como si se perdiera el botón de una camisa o un paraguas o, como mucho, como si a uno le roban el coche y tiene que salir enseguida a comprarse otro para poder continuar acudiendo normalmente a su trabajo. Nosotros, que amamos a nuestras mascotas, sentimos por ellas un afecto y un vínculo idénticos al que podemos sentir por otros miembros de la familia, humanos o no, somos capaces de entender que al perder a ese amigo peludo estamos perdiendo algo muy nuestro y que tratar de quitar la mancha de la mora, con otra, es imposible y absurdo. Ningún perro puede sustituir a otro. Tal vez pueda llenar el vacío, pero difícilmente hará que se olviden las gracias, los juegos, los caprichos, las anécdotas y las miradas de ese otro perro que ha ocupado nuestras vidas y corazones durante un tiempo. Hay quienes optan de motu propio por buscarse otra mascota casi inmediatamente después y quienes incluso no esperan a que esa mascota que se está haciendo vieja les deje, sino que se procuran la compañía de un animal más joven antes de que este hecho natural e inevitable se produzca, en parte para así notar menos la ausencia, en parte también para ofrecerle al más viejito compañía en sus últimos achaques para darle un estimulo en el ultimo tramo de vida que le haga rejuvenecer. Los sentimientos son algo muy íntimo, muy profundo, muy subjetivo y muy enmarañado, cada cual vive su propio calvario cuando se ve forzado –por el motivo que sea- a decirle adiós a su amigo de cuatro patas. Por eso resulta tan difícil encontrar una solución única y adecuada para todos. Es esta una decisión muy personal, que debe ser dejada al libre albedrío de cada persona. Lo que puede ser lo ideal para unos cuantos, no tiene por qué serlo para muchos otros. La relación que cada cual establece con su mascota es única y especial, como lo es la forma en que siente su perdida. Y no hay soluciones mágicas ni estandarizadas. Nada va a volver a rellenar ese agujero negro, nada es capaz de paliar esa ausencia, ni siquiera la búsqueda de otro compañero; un dicho francés dice: “tout passe, tout casse, tout lasse, tout se substitue, rien ne se remplace” (todo pasa, todo se rompe, todo se deshace, todo se sustituye, pero nada se reemplaza) y es verdad que aún cuando a lo largo de mi vida he tenido muchos animales, ninguno ha reemplazado a otro ausente, ninguno ha venido a rellenar el hueco dejado por otro; han sido, son y serán, todos ellos, importantes en mi vida, pero distintos y cada falta, se ha llevado un trocito de mi alma. Los que ya no están han dejado un vacío que nunca será llenado. El amor que sentimos por ellos no es algo que vayamos a olvidar de hoy para mañana (no sería amor, si fuera tan fácil de olvidar), y es precisamente ese amor truncado el que hace tan difícil y devastadora su pérdida. Es verdad que la mayoría de quienes han tenido antes una mascota y le han dicho adiós, antes o después volverán a poner en sus vidas otra u otras mascotas... pero lo harán solo cuando estén emocionalmente preparados para ello y esto puede llevar su tiempo. Pueden pasar incluso años. Es un error pretender encontrar a otra mascota idéntica a la anterior y de hecho lo más recomendable es que cuando se haya de buscar a un nuevo compañero se procure que no sea ni del mismo sexo, ni del mismo color, ni siquiera de la misma raza para no establecer comparaciones, que son siempre odiosas. Hay otro aspecto, igualmente importante, que hemos de considerar, cuando hay más de una mascota en la casa y una de ellas muere. Los perros sienten emociones que son muy similares a las nuestras propias; tanto que hoy se sabe que son capaces de experimentar, como nosotros, odio, afecto, miedo, angustia, alegría, expectación, desconfianza, soledad, simpatía y antipatía... y dado que son animales eminentemente sociales, también ellos experimentan la frustración, la pena y la depresión que produce la pérdida de su compañero de juegos, de sofá, y de paseos. Tanto que incluso llegan a mostrar la misma ansiedad y tristeza que nosotros mismos, con igual intensidad y con manifestaciones similares. Llegando incluso a rechazar durante días, semanas y hasta meses, la imposición de otro congénere por parte de sus dueños. Por lo tanto, a la hora de considerar la inclusión de un nuevo miembro en la familia, hemos también de tener en cuenta los sentimientos de esas otras mascotas, también, si ellas están preparadas para dar el paso. Sirva como homenaje a Malva, Cleo, Violeta, Fetiche, Tontón, Curro, Rouge, Woo, Píppi, Pulga, Sarah, Koira, Guirigay, Karamba, Vendetta, Darwin, Curro, Tirana, Merlín, Tequila, Mimo, Blue, Tigretón,… y a otros que se fueron de mis manos poco después de ver la luz, sin ni siquiera tener un nombre y que poco a poco, vacían mi alma, por desgracia, el amor no lo puede todo y por eso os echo tanto de menos. (Texto original, escrito por Christina de Lima-Netto y Federico Baudin específicamente para esta página Web y protegido con Copyright. No puede ser reproducido ni total ni parcialmente por ningún medio, sin el expreso consentimiento de Castro-Castalia por escrito). |