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Que Gorda, Gomez y Mini de Castro-Castalia Bullmastiffs

Gorda y Gómez de Castro-Castalia con Mini

"Nadie aprecia como tu perro el singularismo genio de tu conversación"

YA SABEMOS QUE EL PERRO SIENTE Y SE EMOCIONA… Y SABEMOS, TAMBIÉN, QUE AL IGUAL QUE NOSOTROS, ES SUSCEPTIBLE DE PADECER DISTINTAS FORMAS DE ANSIEDAD.
EN ESTE CAPÍTULO ANALIZAREMOS CUALES SON LAS CAUSAS PARA QUE NUESTRAS MASCOTAS SUFRAN LA LLAMADA “ANSIEDAD SOCIAL” Y LA “ANSIEDAD POR RUIDO”, DOS PROBLEMAS FRECUENTES Y QUE PUEDEN PREVENIRSE, EN UNOS CASOS, Y TRATARSE, EN OTROS.

En meses pasados hemos analizado hasta qué punto el perro es capaz de emocionarse, sentir y vibrar como lo hacemos nosotros… en contra de lo que predicaba el viejo Descartes. Ya sabemos cuán importante es que, desde que nace, reciba estímulos positivos por parte del ser humano, primero el criador y más tarde, el propietario. Y hemos desentrañado las causas que producen, en algunos individuos (tristemente más de los que sería deseable) la ansiedad por separación, que tantos dolores de cabeza causa a los angustiados propietarios.

Dejé pendiente, para este mes, otros dos temas importantes como son el de la ansiedad social, que analizaré inmediatamente, y el de la ansiedad por ruidos, que dejo para el final de este capítulo. Ha llegado el momento de que me ponga manos a la obra.

Ya lo he repetido hasta la saciedad en esta serie y en tantos otros de los múltiples artículos que, a lo largo de casi veinte años, llevo publicados en sendas revistas especializadas y en la larga decena de libros que he escrito en español e inglés, pero no me cansaré de insistir sobre ello; el perro es un animal social y, como tal, al igual que nosotros, necesita vivir en Sociedad. Más aún, para hacerlo bien, necesita primero aprender a vivir en Sociedad; y para  ello no hay nada más importante que la socialización  que cada cachorro debe recibir desde una edad temprana.

Una socialización que implica vivir toda clase de experiencias, positivas y negativas, que enriquezcan su capacidad de convivencia no sólo con sus congéneres, sino que también, y de manera esencial, con los seres humanos, puesto que, a la postre, su vida va a estar totalmente imbricada y directa e indirectamente relacionada con la de la persona o personas que, junto con él, conformen la manada de la que va a depender para su supervivencia. Porque, al fin y al cabo, nos guste o no, los perros no son otra cosa que lobos domésticos y, nosotros, sus dueños, parte integrante de la manada, la familia, en la que ha de integrarse.   

Una socialización que empieza en el momento mismo en que el pequeño cachorro abre los ojos y los oídos al mundo que le rodea; en ese momento su mente es una tabla rasa, ansiosa de experiencias, pero rasa, y el criador responsable tanto como posteriormente el propietario responsable, está obligado a rellenar ese vacío existencial con toda clase de estímulos que le sirvan, en el futuro, para una correcta integración social.

Cuando la socialización temprana no es adecuada y peor aún, en muchos casos, inexistente, el animal estará abocado a padecer, entre otras fobias y problemas de comportamiento e inadaptación al medio, la ansiedad social, que se traducirá en la incapacidad manifiesta para tolerar, unas veces,  la proximidad de otros congéneres y, otras, la proximidad de otros seres humanos.

La ansiedad social es muy frecuente, por ejemplo, en individuos que reciben malos tratos desde edad temprana,  entendiendo por malos tratos, por ejemplo, el que, procediendo de granjas caninas del extranjero viajen, inmediatamente después de producirse el destete, durante horas y días en condiciones de completa oscuridad, absoluta falta de higiene y cuidado, máximo hacinamiento y total hambruna, hasta los puntos de distribución del país de destino, desde los que se envían, todavía en condiciones deplorables, a tiendas de animales de dudosa reputación dónde, a su vez, son enjaulados en condiciones no menos deplorables, a la espera de que algún incauto comprador se fije en sus caritas de pena y se los lleve a casa, sin saber, las más de las veces que, además de estar adquiriendo un cachorrito de pocas semanas y de dudosa procedencia, se está comprando todo el lote de problemas añadidos que significará tan mal comienzo en la vida del desgraciado animalito.

Innumerables son los casos de perros con timidez patológica o agresividad por miedo que acaban en manos de adiestradores y etólogos caninos, con un pasado muy similar al que acabo de narrar; perros tantas veces irrecuperables de tan traumatizados que están por un comienzo en la vida tan dramático como ese.

Pero también puede tener su causa en la orfandad temprana (camadas que pierden a la madre durante el parto o en cualquier momento posterior al nacimiento y siempre antes de cumplir las ocho semanas de vida), cuando no se busca una madre alternativa que supla a la auténtica y provea a los huérfanos de todos los cuidados maternales, esenciales para el desarrollo de un carácter equilibrado.

Otras veces las causas pueden ser, por ejemplo, la irresponsabilidad del criador (a veces basada en el más puro desconocimiento) o el desmedido interés de lucro (demasiada prisa por vender rápido, cobrar pronto y desentenderse cuanto antes), motivos todos ellos que inducen al propietario de la camada a separar a los cachorros de la madre y del resto de los hermanos de forma muy prematura, entendiendo por prematuro cualquier fecha anterior a las ocho semanas de vida.  También suele manifestarse la ansiedad social en cachorros únicos o en esos otros que son parte de una camada menos de dos o tres hermanos.

¿Por qué? Sencillamente porque en todos los casos que acabo de citar y en otros similares, los individuos no tienen oportunidad de aprender a ser ellos mismos,  a ser perros, dicho de otro modo, a identificarse como especie, ni tampoco tienen ocasión de desarrollar toda una serie de esquemas y técnicas de comportamiento que necesariamente tienen que ser aprendidas mediante el juego y el arte del ensayo y el error y que más adelante les resultarán vitales para una óptima integración en esa Sociedad de la que tendrán que hacer parte, sociedad canina y sociedad humana.

¿Qué ocurre entonces? Pues que esos animales, faltos de las necesarias experiencias, serán individuos inseguros, temerosos, desconfiados y ¡tantas veces! agresivos; individuos que en cualquier ambiente que les resulte fuera de lo normal,  ante la proximidad de otros perros, en manos del veterinario, cerca de personas extrañas, rodeados de bulliciosos niños, etc., etc. exhibirán un comportamiento anómalo y, lamentablemente, demasiadas veces incluso peligroso.

Algo similar ocurre con los perros que padecen la ansiedad por ruido; también ellos suelen proceder de condiciones similares a las antes citadas y son individuos que no se han relacionado correctamente con el medio a edad temprana. A esos sujetos les atemorizará un trueno, el estruendo de un cohete, un bocinazo, el repique de una campana, el ruido de un objeto de cae al suelo, el que produce un aspirador en marcha, o el programa de centrifugado de una lavadora…, casi cualquier sonido le resultará insoportable y será motivo de miedo, de toda clase de aspavientos y de querer salir corriendo como sea y hacia dónde sea.

¿Qué puede hacerse para evitar tales problemas? En un elevadísimo porcentaje de los casos, bastaría con que el criador de una camada fuera consciente  de la importancia que tiene para el futuro de cada uno de los cachorros nacidos, el que todos y cada uno de ellos reciba la imprescindible socialización temprana… y se ocupara de proveer a esos pequeños, de los necesarios estímulos para que sea lo más completa posible. Pero cuando esto no ocurre, entonces será el dueño quien tenga que hacerse cargo de lograr que desde que el cachorro llegue a sus manos, tenga la oportunidad de enfrentarse cotidianamente al mayor número posible de experiencias que le sirvan para convertirlo en un animal perfectamente adaptado al medio en el que habrá de vivir.

Si ni lo uno ni lo otro ha sido posible, hay todavía una alternativa a tener en cuenta. Buscar cuánto antes a un buen conocedor del comportamiento canino, a un verdadero experto en conducta, capaz de analizar la situación, reconocer el problema y ponerle remedio mediante una terapia totalmente personalizada (cada animal necesitará una solución distinta).

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(Texto original, escrito por Christina de Lima-Netto y Federico Baudin específicamente para esta página Web y protegido con Copyright. No puede ser reproducido ni total ni parcialmente por ningún medio, sin el expreso consentimiento de Castro-Castalia por escrito).
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