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DESENTRAÑAR ESOS OTROS PROBLEMAS DE INDOLE COMPORTAMENTAL QUE SURGEN EN OCASIONES Y QUE PUEDEN LLEGAR A PONER EN RIESGO LA PROPIA SUPERVIVENCIA DE TODA LA CAMADADecir a estas alturas que la hembra que está criando una camada necesita de toda nuestra atención y cuidado, puede parecer que está de más y sin embargo conviene recordar, por enésima vez, que la perra que tiene que atender a su prole necesita de una alimentación adecuada a sus necesidades puntuales, de una cuidada higiene y de moverse en un ambiente cómodo, limpio y con la suficiente intimidad para no llegar a sentir que se pone en riesgo, de alguna manera, a su prole. Es esencial que tenga siempre a disposición agua fresca e incluso se le ofrezcan otras bebidas más nutritivas, como por ejemplo caldo de gallina, de carne o de pescado; que coma un pienso específico con un alto contenido proteico y, si estuviera inapetente, incluso se le ofrezcan otros “caprichitos” como por ejemplo hígado de vaca o de ternera, recortes de carne roja, yogures, crema líquida, y casi cualquier cosa que –mezclada con su alimento habitual—la incite a comer y rebañar el plato, dado que durante todo el tiempo en que se haya de hacer cargo de sus pequeños sus necesidades calóricas son inmensas. La gran mayoría de las perras tienen un instinto innato para saber cómo actuar y qué hacer, desde el momento mismo en que empiezan las primeras contracciones de expulsión; y son perfectamente capaces de ocuparse de sus cachorros a partir del instante en que “asoman” por la vulva: rompen los sacos con sus dientes, separan las placentas cortando el cordón umbilical también con sus incisivos, de forma muy delicada, e ingieren estas; estimulan la respiración de los neonatos con unos en apariencia poco delicados lametazos por todo el cuerpo, con esos mismos lametazos les limpian y les secan y finalmente los empujan suavemente con el hocico hacia una u otra mama. A partir de ese momento, todo es coser y cantar... varias veces al día estimulan el paso de heces y orina y hacen desaparecer los restos, limpian la paridera y se limpian ellas mismas. Pero, en ocasiones, nada de esto ocurre. Hay algunas hembras que por distintas razones no tienen el necesario instinto para hacer nada de todo lo anterior. Y sencillamente ignoran o peor aún rechazan abiertamente a sus cachorros. En unos casos esto sucede porque la perra en cuestión es demasiado joven (ha sido cruzada prematuramente, en el primero o segundo celo); en otras, porque la educación que ha recibido por parte de los dueños ha sido equívoca (por falta de socialización), tanto que en vez de saberse perra, se cree “humana” e incluso, tantas veces, el rechazo se produce sencillamente porque el animal no ha sido consciente de lo que ocurría con su cuerpo, dado que ha sido sometida a una operación cesárea y por lo tanto ha estado bajo los efectos de la anestesia... Otras veces es sencillamente porque no tienen el necesario instinto o, lo que es lo mismo, tienen las hormonas un tanto traspapeladas y se comportan como verdaderas mari-machos. Pero hay todavía otra razón, de peso, que no siempre resulta fácil de admitir... y es que cuando una perra se comporta de esta manera, que no es tan atípica como pudiera parecernos, se contagiará de nuestro propio nerviosismo y actuará como una auténtica neurótica si está en presencia de un criador que se deja llevar por la histeria; de la misma manera, se tranquilizará y reaccionará positivamente enseguida si, por el contrario, el criador se comporta relajadamente y le inspira la necesaria tranquilidad. El caso es que cuando se nos presenta algo así, es habitual que la hembra se aparte de la paridera, se resista a estar tumbada con sus pequeños, o peor aún exhiba un comportamiento francamente agresivo, gruñéndoles e incluso a veces intentando morderles abiertamente. Unas veces el tiempo, que todo lo cura, servirá para que esa animosidad desaparezca; así suele ser cuando se trata de una hembra joven o poco socializada; basta vigilar al animal para asegurarse de que esa animosidad no desencadene comportamientos agresivos y darle un margen de tiempo. Un truco interesante puede ser untar los genitales y el dorso de los cachorros con un poco de miel, para que la perra –por golosa-- les lama y casi sin darse cuenta empiece a sentir la necesidad de hacerlo de motu propio. Y mientras esperamos a que ese instinto aparezca, se nace imprescindible mantener a los cachorros en un cajón en el que se haya colocado una manta eléctrica recubierta con un par de toallas suaves, e irles administrando pequeñas cantidades de glucosa (biberones de suero glucosado de venta en Farmacias) para asegurarse de que mantengan una temperatura corporal estable en torno a 35,5-36ºC y no se deshidraten. Todo ello teniendo siempre en cuenta que los imprescindibles calostros maternos, que tan importante es que aprovechen los recién nacidos, estarán presentes durante un máximo de 24 horas por lo que se hace necesario que en este tiempo se les de la oportunidad de mamar de la madre todo lo posible. HEMBRAS HOSTILES Pero en otros casos, los menos, nada le hará cambiar de actitud y, muy por el contrario, la animosidad inicial llega a convertirse en auténtica agresividad. Es entonces cuando se hace necesario abozalar a la perra e incluso inmovilizarla, para que los cachorros puedan mamar de ella. En casos extremos hasta puede ser necesario sedar a la madre, aunque esto debe hacerse siempre bajo estricto control veterinario y solo cuando ninguna otra solución resulte aconsejable Así las cosas, cuando tengamos que vérnoslas con una perra abiertamente hostil, es aconsejable que apenas permanezca con su prole durante los periodos en los que deba amamantarles (hora u hora y media de cada vez, o hasta que todos los pequeños se muestren ahítos y queden dormidos), sacándola luego de la paridera durante un par de horas más. En este tiempo, como es lógico los pequeños deben quedar solos en su caja paridera, cerca de una fuente de calor (la dicha manta eléctrica) y en una habitación en la que la temperatura ambiente sea cálida y estable. Y como no puede ser menos, hay que aprovechar ese tiempo para estimularles los esfínteres, pues son incapaces por sí mismos de orinar y defecar durante varios días. Es un procedimiento agotador para el criador, por cuanto le exige plena dedicación y atención de día y de noche durante no menos de dos-tres semanas o hasta que el animal deje de mostrarse agresivo. Pero la otra solución pasa por tener que destetar a la perra y alimentar a los cachorros con biberón durante todo el periodo que dure la lactancia (unas tres semanas) y, sinceramente, la perspectiva no es mucho mejor pues hay de administrar biberones individualmente (y en una camada de seis u ocho cachorros esto significa una hora u hora y media desde que se empieza con el primero hasta que se acaba con el último y luego dos horas de descanso y vuelta a empezar...) y estimular el paso de heces y orina manualmente como mínimo cinco veces al día. INFANTICIDIO En ocasiones las hembras rechazan uno o más cachorros, pero no al resto, porque instintivamente saben que esos pequeños tienen algún problema oculto que compromete seriamente su supervivencia y algún mecanismo oculto las hace aplicar “la ley del más fuerte”. Cuando esto ocurre, algunos criadores optan por dejar que la Naturaleza sabiamente actúe por sí misma; no asisten al pequeño rechazado y le dejan morir. Otros sin embargo optan por separarlo de la camada y criarlo a biberón, en la confianza de que la perra esté equivocada (y a veces puede estarlo o estar sencillamente abrumada por las razones antes apuntadas o por una camada excesivamente grande) y el cachorro, a la postre, sea un individuo perfectamente sano. Mi consejo es que en estos casos, se tome buena nota de cual es el individuo “rechazado” para hacerle un seguimiento a lo largo de los siguientes meses y años, y así, en su caso, llegar a saber qué fue lo que puso a su madre en contra, si al final el animal desarrolla cualquier problema de salud. Pero otras veces, las perras no solo rechazan a sus cachorros, impidiéndoles mamar y no estimulándoles el paso de heces y orina e incluso, antes, no queriendo romper saco ni el cordón umbilical ni lamerles para incitarles a respirar solos... sino que abiertamente matan al cachorro o le causan el daño suficiente como para que sea imposible su supervivencia. Las razones son múltiples; en ocasiones puede ser una reacción de hostilidad llevada al súmmum, otras una hiper protección excesiva, otras aún consecuencia de una enfermedad (eclampsia, endometritis aguda, subinvolución placentaria, etc. – ver capítulo anterior). Incluso a veces puede ser el resultado de una inoportuna “visita” de otro perro o de personas ajenas al núcleo familiar. Sea como fuere, lo cierto es que la mayoría de las veces estas situaciones pueden evitarse con tan solo estar perfectamente pendientes de la madre y de su prole durante todo el tiempo que dure el parto, primero, y luego la lactancia. Es por eso por lo que yo siempre digo que no hay malas madres, sino criadores poco atentos. A la vista de todo lo anterior, de lo que hemos visto en este capítulo y en meses pasados, parece claro que criar cachorros y hacerlo bien no es tan fácil como a simple vista pudiera parecer. No se trata de tener un macho y una hembra, dejarlos que se apareen cuando les venga en gana y esperar al resultado. Hay que implicarse de principio a fin y hay que estar preparado para todas las complicaciones que puedan surgir. Por eso resulta esencial que quienes se dediquen a la crianza lo hagan sabiendo perfectamente a lo que se exponen y a lo que exponen a la perra. Los riesgos están a la orden del día y son muchos. (Texto original, escrito por Christina de Lima-Netto y/o Federico Baudin específicamente para esta página Web y protegido con Copyright. No puede ser reproducido ni total ni parcialmente por ningún medio, sin el expreso consentimiento de Castro-Castalia por escrito) |