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Esta es una historia en la que, al contrario que en las anteriores, el protagonista no es uno de mis Bullmastiffs, sino “Zarco” el bóxer que quería ser mandón. Pero viene a cuento en esta sección de anécdotas, como enseguida se verá. Hace apenas unas pocas semanas, recibí un correo de un antiguo conocido, Paco G., que me explicaba que a pesar de no haber establecido contacto conmigo durante más de cinco años, quería –ahora y transcurrido todo este tiempo—darme las gracias por algo de lo que yo desconocía casi todo. Y me hacía el relato, a modo de recordatorio, de cómo tanto tiempo atrás yo les había ayudado a re-encauzar sus vidas con su Bóxer “Zarco”. La historia me emocionó no sólo por el hecho en sí que supone que un par de consejos dados con todo el cariño y de forma totalmente desinteresada mediante el intercambio de una serie de correos electrónicos sirvieran para devolver a una familia la tranquilidad y la seguridad en su relación con su joven perro Bóxer, sino porque años después, Paco G., el dueño de “Zarco” se acordara durante sus vacaciones de verano de mí y me comentara todo aquello manifestando, ahora y cinco largos años después, que siempre le había quedado la duda de si llegó o no a darme las gracias entonces… Todo comenzó hace más de cinco años, cuando Paco y su esposa decidieron regalarle a sus hijos Paco Jr. y Nieves, de cinco y siete años de edad, un cachorro… Habían leído EL GRAN LIBRO DEL BULLMASTIFF Y MASTIFF y pensado en la posibilidad de adquirir uno de mis cachorros, pero las circunstancias les llevaron a optar finalmente por un Bóxer, pensando en que quizás era más adecuado por talla y por el poco espacio vital que ofrecía el piso en el que vivían los cuatro. Además, durante su infancia Paco había convivido con dos ejemplares de esta Raza, guardando el recuerdo de su fidelidad, dulzura, docilidad y cariño. Me escribió Paco nuevamente entonces, ya totalmente decidido por la opción Bóxer, pidiéndome consejo y manifestándome que si “abusaba de mi tiempo y mi paciencia era porque creía que mis consejos y conocimiento de los perros en general le podía servir y mucho a la hora de escoger el más adecuado” y yo no pude por menos que recomendarle –obviamente--, que consultara toda la bibliografía disponible sobre la Raza y que eligiera un Criador con mayúsculas y un cachorro equilibrado, perfectamente socializado y que hubiera permanecido junto a la madre y los hermanos de camada el tiempo suficiente para haber recibido la necesaria socialización, como así hizo y de hecho, cuando acudieron a escoger a su cachorro, un conocido de la familia le hizo incluso el test de Campbell y les dijo que “Zarco”, el cachorro sobre el que se decantaron, era perfecto para la vida familiar. Su llegada a casa, aproximadamente con tres meses de edad,”no pudo ser más emocionante para todos”, como me comentó recientemente y “el cachorro recibió el cariño y atención de toda la familia que le quería y le cuidaba, como a al bebé que era”. De hecho, Paco G. me apuntó que “los niños, que se cansaban de todos los juguetes, seguían con Zarco tan ilusionados como el primer día”. El tiempo fue pasando y al ritmo que marca la naturaleza y la idiosincrasia de la Raza y de su sexo, “Zarco” se fue haciendo menos dormilón, más juguetón y más mayor y dominante, como era de esperar, y los niños al verlo menos frágil hicieron más intensos los juegos. “Alguna vez había que llamarle la atención a Paco Jr., porque, siempre con intención de jugar, pero con demasiada insistencia, a veces no dejaba tranquilo al cachorro. Sin duda no siempre sus ganas de jugar coincidían y en algunas ocasiones Zarco lo hacia entender con un gruñido”. Un día en que los propietarios no estaban en la casa, la persona a cargo de los niños les contó que “el perro había hecho intención de dar una dentellada al crío”. Lógicamente los padres empezaron a preocuparse y “a mirar con lupa la actitud de Zarco. Aparentemente nada había cambiado entre ellos, el animal seguía cariñoso y juguetón con el niño pequeño, pero un día mientras Zarco mordisqueaba un hueso de juguete, Paco Jr. le interrumpió para jugar, y el perro propinó una dentellada al pequeño que le marcó el pómulo”. Las cosas parecían ponerse feas y, como era lógico, el asunto preocupó seriamente a los padres, dado que, según me contó entonces por mail el dueño, “ninguno de sus anteriores perros había gruñido o agredido a ningún miembro de la familia”. La pregunta que les atenazaba era que si esto ocurría con un cachorro de corta edad, ¿qué ocurriría cuando el perro fuese adulto? Y, sin ser aún conscientes de que podía haber otras alternativas, el matrimonio optó por buscarle a “Zarco” un nuevo dueño, algo que obviamente quisieron contar a los hijos… y como era de esperar, “cuando se lo dijimos a nuestros hijos, el drama estuvo servido… Ambos lloraban y pedían una nueva oportunidad para Zarco. Paco Jr. nos aseguraba que Zarco no lo volvería a hacer y que además, si le había mordido (en la cara, aunque fuera suavemente y a modo de reprimenda) fue jugando y que a él no le había dolido… y Zarco, a su vez, parecía más cariñoso con el niño que nunca.” Paco y su esposa querían aferrarse a cualquier cosa que pudiera hacerles cambiar de opinión y de decisión y me pidieron consejo, porque según me dijo entonces y ahora, cuando me recordó toda la historia, mis “referencias eran extraordinarias”, mi “capacidad como criadora y autora de libros era incuestionable, la filosofía en el trato con los animales que se deducía de la Web y de mis escritos coincidía con la suya y además ya me conocía vía e-mail por una consulta que anteriormente me había hecho”. Yo me tomé el asunto como siempre me tomo cualquier asunto relacionado con la tenencia responsable de un perro, cualquiera que sea éste e independientemente de la Raza, e hice lo único que sé hacer en esos casos, que es dar mi opinión desinteresada, sincera y honesta, lo más desapasionadamente que pueda, procurando eso sí (¡lo admito!), salvar al perro protagonista de cualquier historia similar, de la quema… y les puse en contacto con una persona de mi entera confianza, Eugenio Velilla, etólogo de prestigio y que a lo largo de veinte años, los mismos que llevo yo en el mundillo canino, se ha mostrado como referencia ineludible para la reconducción de problemas de conducta en perros de toda condición. La solución a los problemas de la familia de Paco G. y de “Zarco”, no se hizo esperar y en pocas semanas la preocupación de los padres con respecto de la actitud del perro para con el niño pequeño, quedó en estado de pura anécdota, con todo solucionado de una vez y por siempre. ¿Cómo?, pues sencillamente acatando unas pequeñas normas de obligado cumplimiento que Eugenio Velilla expresó claramente y que la familia de Paco acató sin rechistar, conscientes como eran todos de que eso podría servir para evitar tener que dar a “Zarco” en adopción. Estas normas fueron básicamente las que siguen, y que el propio Paco G. me ha relatado en su último mail a instancias mías, con la sana intención por mi parte, de compartir este relato con mis lectores a través de mi página web, en esta sección, confiando en que pueda servirle también a otras personas y sea ésta una forma de salvar de la quema a otros perros en la misma situación en la que un día estuvo “Zarco”, el bóxer que quería ser mandón.
Transcurrió el tiempo, ¡cinco años nada menos!, y hoy Paco G. me dice sin más ambages ni más preámbulos, que la ayuda que Eugenio y yo le prestamos en su día “fue clave para recuperar la confianza en Zarco, infundiéndonos los ánimos necesarios para acometer la tarea de educar al perro y mantenerlo al lado de nuestros hijos, lo que hizo posible que los tres madurasen juntos y hoy seamos los cinco, los seres más felices. Con paciencia y las lecturas adecuadas” fueron llevando a la práctica la educación de “Zarco”... Y, porque las cosas se hicieron bien desde el principio y todos los implicados, Paco G., su esposa, los dos niños Paco Jr. y Nieves, y el propio “Zarco” pusieron todo de su parte “no hizo falta la ayuda directa de ningún profesional adiestrador. Poco a poco y casi sin darnos cuenta lo que tú y Eugenio nos vaticinasteis se fue haciendo realidad punto por punto. Nuestro hijo aprendió a tratar a Zarco con respeto y ambos, perro y niño, niño y perro, aprendieron a quererse más y más cada día. Zarco no solo no ha vuelto a repetir ningún episodio agresivo, sino que es el perro más cariñoso y tolerante del mundo”. Hoy, cinco años después, Paco Jr. juega con Zarco, le pasea, lo baña, le da de comer, se queda solo en casa con él… “y ¡hasta le ayuda a dar buena cuenta de los huesos…!” Y colorín, colorado, esta historia se ha acabado, con una coletilla final que añade uno de sus protagonistas, Paco G., quien me dice a modo de conclusión que, tal y como leyó en una autobiografía que terminó hace poco…, “no sé si fue del todo así, pero es así como lo recuerdo”. Gracias Paco, por venir a contármelo tanto tiempo después. Gracias por haberte esforzado con tu familia por darle a “Zarco” la oportunidad que se merecía, gracias por haberme hecho un poquito de caso y haber consultado con Eugenio; gracias a los cinco, a ti, a tu mujer, a los dos niños y a “Zarco”, el Bóxer que quiso ser mandón, por haberos esforzado tanto y a Eugenio, también, por haberse brindado –como siempre lo hace—a prestar su ayuda y consejo cuando yo le remito a alguien. Hoy, a la vista de lo anterior, “Zarco” es un perro feliz que os hace a todos felices. Y eso es lo que importa. Sin duda ha merecido mucho la pena haber hecho esa inversión en tiempo, paciencia, lecturas y aprendizaje. Y todos habéis ganado mucho con ello. (Texto original, escrito por Christina de Lima-Netto y/o Federico Baudin específicamente para esta página Web y protegido con Copyright. No puede ser reproducido ni total ni parcialmente por ningún medio, sin el expreso consentimiento de Castro-Castalia por escrito). |