Castro-Castalia Bullmastiffs

Voodoo y su original parto...
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Anecdotas de Castro-Castalia Bullmastiffs, el parto de Woodoo, Castro-Castalia Bullmastiffs

Camada o de Castro-Castalia

Crucé a “Voodoo” y a “Tirana” con diez días de diferencia, en el mes de Septiembre de 2005, sabiendo que si ambas tenían cachorros nuevamente vería la casa llena de escandalosos cachorritos pululando por todas partes… pero después de dos experiencias anteriores en las que criar dos camadas juntas se había demostrado como un excelente complemento para la completa socialización por la que abogo, dado que al ser tantos (17 entre los cachorros de la camada “P” y “T”, nacidos con 13 días de diferencia y luego 16 entre los de la “S” y la “R”, nacidos con 11 días de diferencia), de alguna manera es como si aprendieran más sobre comportamiento social intra-especie, como si desarrollaran mejor su capacidad de comunicación, de interrelación con otros perros y, también, con los humanos y, por tanto, luego, su adaptación al mundo que les rodea fuera aún más fácil y más rápida. Por lo tanto no era ya sorpresa ni motivo de preocupación que se me juntaran dos camadas nacidas con pocos días de diferencia.

Pero con lo que no conté es con que la archiconocida “Ley de Murphy” iba a hacer de las suyas y con que había una luna llena de por medio. Y claro, con esos dos factores en mi contra, sin quererlo yo me encontré con que “Tirana” se puso de parto el 1º de Noviembre alrededor de las ocho de la tarde y “Voodoo” empezó con las primeras contracciones cuando la primera estaba en pleno proceso de parir a sus diez cachorros, en las primeras horas de la madrugada del 2 de Noviembre.

Ello porque “Voodoo”, que era novata retrasó al máximo su parto y lo acompasó con la luna llena y “Tirana” muy avezada ya en el tema de parir, pues esta era su tercera (y última camada) decidió que podía adelantarse unos días para soltar a su prole y hacerlo, ¿por qué no? también ella en plena fase plenilunio.

Así las cosas y visto lo visto, cuando a “Tirana” le quedaban por parir los tres últimos de sus diez bebes y “Voodoo” ya parecía querer empujar para dar a luz al primero de los suyos, no me quedó más opción que llevarme a las dos a la Clínica Veterinaria Anubis y contar con la ayuda de “Jota” y Patty, pues obviamente la cosa se ponía complicada.

No porque no confíe en la capacidad de mis chicas para parir a sus cachorros por sí mismas, que eso lo tengo clarísimo, sino porque me gusta participar de ese acontecimiento y estar delante y pendiente mientras eso ocurre y ayudar a reanimar y secar a los cachorros y luego pesarlos y medirlos y comprobar que todo esté perfectamente bien, antes de que empiecen a mamar.

Allá que nos fuimos pues, alrededor de medianoche, a Pozuelo de Alarcón, Federico en un coche con “Voodoo” y yo, en el otro, con “Tirana” y los ya siete recién nacidos. Nada más llegar, “Tirana” soltó a los tres que le quedaban dentro, sin grandes alharacas y Patty comprobó que todos ellos gozaban de una salud excelente y eran perfectamente viables; le hicimos su radiografía de control, vimos que ese útero estaba en perfectas condiciones y se quedó tranquila con su prole en una de las consultas, dándoles de mamar, estimulándoles y ocupándose de ellos como madre experimentada que era.

Mientras tanto, en la otra sala de consultas, “Voodoo”, tan exuberante y dinámica como siempre, iba haciendo de las suyas. Es una perra de gran actividad, sumamente ágil y, al contrario que la mayoría de Bullmastiffs que hay por ahí, terriblemente enérgica, saltarina e hiperactiva. Y como le gusta tanto dar la nota y hacerse notar, estaba claro para todos nosotros, “Jota”, Patty, Fede y yo, que el suyo no iba a ser un parto cualquiera.

Y no lo fue. Porque mientras intentaba de todas las maneras posibles subírseme encima y sentarse sobre mis piernas, estando yo a mi vez sentada en una banqueta diminuta, se le salió literalmente el primer cachorro –enorme, al que llamé “Ostras Pedrín” (hoy “Strike”) que “Jota” tuvo que recoger medio acuclillado para evitar que cayera estrepitosamente en el suelo. “Voodoo” ni se inmutó, como si la cosa no fuera con ella y continuó en su empeño de sentárseme en brazos.

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Luego vino la segunda, “Olé tu tía”, muy por el estilo. Decidió entonces que quería tumbarse entre dos estanterías, sobre lo que le parecía una mullida colchoneta verde y que no eran otra cosa más que las batas y pantalones de los Veterinarios. Y nos costó convencerla que ese no era un buen lugar para soltar a otro cachorro… Vio entonces que en una esquina de la sala había dos bolsas de basura azul turquesa, que contenían las toallas que habíamos utilizado para estimular y secar a los tres últimos cachorros que había parido “Tirana” nada más llegar a la Clínica y las que ya habíamos empleado para limpiar a sus dos primeros bebes. Y decidió que le gustaba la idea de parir a los cuatro que quedaban… entre las bolsas que ella misma cambió de lugar y dispuso en medio de la habitación. Y de esa guisa, cual “vagabunda” de alguna película de Disney, se parapetó entre las dos bolsas azules, empujó un poquito más y dio a luz a “Otilio”, por aquello de las “chapuzas a domicilio”, a “Objeto de Deseo” que bauticé así por su extraordinario color rojo intenso y a “Ovni”, una atigradita oscura, muy oscura.

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Unos minutos después, mientras “Voodoo” saltaba alrededor nuestro como loca para intentar robarnos un poquito de los sándwich que nos estábamos comiendo, nació el último de los seis y salió tan lanzado y tan rápidamente que, como no podía ser menos, se llamó “Obús”.

Sin duda el parto de “Voodoo” fue el más original y el más divertido de todos. Como original y divertida es su manera de ser.

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Lo sorprendente es que siendo ella como es siempre, tan tarambana, tan torbellino, cuando comprendió que más que estar de juerga, lo que había estado era de parto y que aquellos seis bichitos de quinientos gramos eran sus bebes, se serenó y se tomó la crianza de su prole muy en serio y de ser la cabra loca que siempre había sido, pasó a ser --durante solo unas semanas, por desgracia--, una perra muy tranquila y comedida, cuidadosa y cautelosa, que siempre tomaba la precaución de colocar a sus cachorros en una esquinita de la paridera, antes de entrar o salir de la misma, con intención, quizás, de no pisarles sin querer asegurándose de esa manera no provocar un accidente

(Texto original, escrito por Christina de Lima-Netto y Federico Baudin específicamente para esta página Web y protegido con Copyright. No puede ser reproducido ni total ni parcialmente por ningún medio, sin el expreso consentimiento de Castro-Castalia por escrito).

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