Cargando Busqueda de la Web
|
Su agilidad y velocidad convierten al gato en un experto depredador y un cazador sin parangón. La Madre Naturaleza le ha dotado
de un sinfín de capacidades
y adaptaciones especiales
que ni siquiera la semi-domesticación Por eso mismo y aún cuando la vida a nuestro lado les ha vuelto algo más perezosos e indolentes, los gatos domésticos no han perdido ni un ápice de su capacidad predatoria instintiva como enseguida veremos. Dijo Cervantes que en la caza hay “estratagema, astucias, insidias, para vencer a su salvo al enemigo” e, indudablemente, si nos tomamos un respiro y empleamos el tiempo suficiente para observar a nuestro gato en plena faena, es casi seguro que descubriremos en él lo gran estratega que es y lo astuto, también, en la forma en que acecha y espera, sigiloso y discreto, la oportunidad para abalanzarse a por su pequeña presa; un ratoncillo de campo, un gorrión, una lagartija o incluso un moscardón le mantendrán agazapado y atento, perfectamente concentrado, tanto cuanto sea necesario, midiendo los tiempos y las distancias, estudiando al otro, hasta lanzar presto su ataque y conseguir su objetivo. Luego quizás vendrá, victorioso, a depositar a nuestra vera su pequeño trofeo, satisfecho su ego y su instinto. La mayor parte de las veces, nuestro gato doméstico no cazará para satisfacer su hambre, pues en su cuenco siempre habrá comida fresca y apetitosa; lo hace sí, para satisfacer el más atávico y primario de sus instintos, porque él, como todos los demás felinos, es en esencia eso: un cazador perfecto. Y, satisfaciendo su inclinación primera, la de cazar, puede además mostrarnos su afecto y dependencia, trayéndonos luego el botín a modo de regalo, como haría una madre que llevara a sus crías su botín. Gracias a la especial adaptación de los felinos para ejercer la caza de forma depurada y sofisticada, el gato doméstico todavía hoy es capaz de aprovecharse de las peculiaridades propias de su especie para continuar ejerciendo, con el mismo preciosismo y las mismas técnicas de sus parientes salvajes, la técnica de caza como si nada hubiera cambiado en los siglos que han transcurrido desde que sus antepasados decidieron sumarse a nuestra forma de vida en provecho propio. Así, continúa aprovechando las horas del amanecer, el atardecer o la noche cerrada, para cazar, dependiendo de cuáles sean las presas elegidas, y conocedor de los hábitos de éstas. Con su fino sentido del olfato, detecta y estudia previamente la ruta habitual de su futuro trofeo, cuando de un ratoncillo se trata, sabedor de sus itinerarios y de dónde está su madriguera; luego, aguzando el oído y afinando la vista, espera en silencio, siempre atento, siempre alerta, hasta que aparece el incauto, sobre el que salta sin darle tiempo a reaccionar. En el caso del pájaro, la situación se complica por lo que la técnica de acoso ha de ser más rápida, más presta, pues es fácil que el ave levante el vuelo si detecta el menor movimiento; se trata pues de agazaparse, ocultarse entre el follaje o la hierba, arrastrarse luego sibilinamente, reptando en el más absoluto silencio, hasta estar a poco menos de dos metros de distancia de la presa, para lanzarse entonces en una veloz e inesperada carrera, saltar y capturar al animalillo justamente cuando éste ya levanta el vuelo. En ambos casos, el gato se sirve no sólo de su olfato y de su vista y oído para localizar e identificar a la presa, sino también del tacto, a través de esos largos y versátiles bigotes que son capaz de proporcionarle tanta información y que utiliza como si de unas antenas “extra” se tratara; todos sus sentidos puestos al servicio de su instinto depredador servirán para desencadenar una serie de movimientos automáticos e instintivos que le coloquen en la posición justa para el ataque y no sólo eso sino que le sirvan para determinar el ángulo adecuado de apertura de la mandíbula a la hora de inferir el mortal mordisco, introduciendo sus potentes, finos y afilados caninos entre los huesecillos del cuello de la víctima para seccionar la médula espinal y producir una muerte rápida y limpia, instantánea y totalmente indolora. No en vano, son precisamente las acciones meticulosas, rápidas y certeras las que determinan la diferencia entre un estómago lleno y agradecido o la hambruna, cuando la cacería va en serio, y ese instinto depurado todavía no lo han perdido ni siquiera los más perezosos y opulentos de los gatos de andar por casa. Por lo general, como ocurre con los leopardos, nuestros mininos trasladan luego a su presa a casa cual su primo grande las sube a un árbol, para mantenerla segura en su guarida y libre del acecho de posibles competidores. Sus primos salvajes invierten luego el tiempo necesario en devorar el alimento fresco, tranquilamente, sintiéndose protegidos y pudiendo desde la altura otear el horizonte; nuestros gatos, lo más probable es que no se coman al ratoncillo ni al pajarito, ni tampoco a la lagartija, pues como he dicho antes tienen perfectamente satisfechas sus necesidades de alimento con el que reciben a diario de la mano de sus dueños, pero el instinto es el instinto y es el que les obliga a transportar su trofeo a lugar seguro, aunque sólo sea para esconderlo bajo las patas de un sillón y detrás de una puerta o mostrárselo orgulloso al amo, cual distinguido regalo con el que hacer, de paso, alarde de sus intactas cualidades de sofisticado cazador. Porque, al fin y a la postre, en el caso de nuestros peludos amigos, lo que cuenta es el hecho de saberse, todavía hoy, capaces de ejercitar su depurada técnica a base de esas estratagemas, astucias e insidias, tal y como lo contó el más inmortal de nuestros escritores, a propósito del Arte mismo de la caza. ¿SABÍAS QUE...? El cerebro del gato está altamente especializado para permitir que sobreviva como un cazador solitario desde muy temprana edad. En prueba de esto tenemos que el comportamiento predatorio no está acompañado de sonidos o lenguaje corporal que indique un trabajo en equipo, tampoco está relacionado con ningún tipo de emoción o sentimiento, ya que el objetivo es capturar, matar y comer y no puede estar supeditado a algún tipo de comunicación con la presa, y –en tal estado- es inútil que ésta trate de apaciguar al gato. OJO AL DATO... La visión nocturna del gato es seis veces mayor que la nuestra, gracias a la peculiar estructura del ojo que está dotado del llamado “tapetum lucidum”, una serie de células capaces de funcionar como verdaderos espejos, para amplificar así el más tenue rayo de luz y mejorar su capacidad de visión. Hoy se sabe, además, que el gato –en contra de lo que se creía hasta hace poco—es capaz de distinguir ciertos colores como el azul, el verde y el rojo, lo que propicia una mayor capacidad de visión tridimensional. CURIOSO… La refinada capacidad olfativa del gato se explica no sólo porque sus fosas nasales están dotadas de más de 19 millones de terminaciones nerviosos, mientras que nosotros sólo poseemos unos escasos 5 millones, sino también porque aparte de oler con la nariz, el gato dispone de un órgano especifico llamado órgano de Jacobsen, situado en la parte superior de la boca. NO LO OLVIDES… Los felinos son los mamíferos más veloces y están perfectamente adaptados para realizar la caza a la carrera; durante el movimiento, se ayudan de la cola, que actúa como un timón o cómo una pértiga en manos de un funámbulo. TENLO EN CUENTA Como todo comportamiento, la caza tiene una base genética que condiciona el acercamiento y la captura de la presa; estas acciones son instintivas y no necesitan ser aprendidas por las crías. Otros aspectos, como individualizar la presa, darle muerte y su posterior ingestión -aunque también están regidas genéticamente- son realizadas con mayor eficiencia luego del aprendizaje y es por eso por lo que en condiciones normales, la madre comienza a mostrar presas muertas a sus cachorros alrededor del primer mes de vida, luego les lleva presas todavía vivas y se las deja para que ejerciten la captura y por último entre los 3 y 5 meses les enseña a matarlas. Es también durante estos meses, cuando los cachorros comienzan a ejercitarse en la exploración del territorio de caza al tiempo que juegan entre hermanos simulando tácticas de persecución y captura. (Texto original, escrito por Christina de Lima-Netto y/o Federico Baudin específicamente para esta página Web y protegido con Copyright. No puede ser reproducido ni total ni parcialmente por ningún medio, sin el expreso consentimiento de Castro-Castalia por escrito) |