Castro-Castalia Bullmastiffs

Fetiche, el parto mas dificil, Castro-Castalia Bullmastiffs
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por Christina de Lima-Netto

Anecdotas de Castro-Castalia Bullmastiffs, el parto complicado de Fetiche

Es doce de Octubre. El día del Pilar. Festivo en toda España. Y el cumpleaños de mi Veterinaria, que está con su marido y sus hijos en Fuenterrabía, a cuatrocientos kilómetros de Madrid, celebrándolo por todo lo alto aprovechando que es puente, aunque de eso no tengo ni la más remota idea.

Pero ya sabemos que la “Ley de Murphy” es lo que es y no hay más que hablar. Por eso, a las cuatro de la tarde, “Fetiche” rompe aguas. Les llamo al móvil y les comento que está tranquila y que todo está preparado para el nacimiento de la que será su última camada. Al otro lado de la línea telefónica escucho mucho follón y música, pero con tres hijos y siendo fiesta no es de extrañar.

Hace una temperatura agradable y mientras “Feti” salta de la cama a la paridera y de la paridera al sillón dónde yo me he acomodado, y luego otra vez a la cama o a la paridera y se entretiene así entre contracción y contracción, yo escucho los Conciertos de Brandemburgo de Mozart, porque desde hace muchísimos años estoy convencida de que la música clásica es una aliada indispensable en cualquier buen parto que se precie; atempera mis nervios y los de las madres, también.

Pero dos horas después, “Fetiche” sigue en la misma tónica; empuja de vez en cuando, con fuerza, pero no hay cambios. Su temperatura está estabilizada en torno a 37,2 desde por la mañana y ella, todavía, tranquila. ¿Cachorros? Nada a la vista.

Me enfundo un guante esterilizado, lo embadurno con gel, meto la mano hasta el cerviz para explorarla. El canal está perfectamente dilatado, pero me topo con lo que parece el posterior de un feto atascado y… ¿la cabeza de otro? Ciertamente algo está pasando y no pinta demasiado bien.

Llamo a “Jota” de nuevo y le cuento lo que hay, o mejor dicho, lo que no hay. Y él me dice que lo mejor es que nos veamos tres horas después en la Clínica; que está de camino. Lo que yo no sé entonces es que están regresando de Fuenterrabía a toda prisa, por si las moscas.

A las nueve nos encontramos los tres en la puerta de la Clínica. “Fetiche” continúa aparentemente tranquila, aunque ya se muestra un poco cansada. La ecografía nos saca de dudas; hay efectivamente dos fetos atascados en la zona del cuello del útero y no parece que vayan a poder nacer por sí mismos.

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Esperamos todavía un poco, porque todos queremos ser optimistas, tratándose de “Fetiche” que ha parido dos camadas anteriormente si el más mínimo problema. Y tras una manipulación a conciencia, “Jota” decide que quizás sí pueda parir la perra sin necesidad de cesárea y que lo mejor es que vuelva a casa con ella, pues es casi seguro que con el ajetreo y el viaje, nada más llegar a su ambiente, desencadene el parto.

Sin embargo, cuando ya estoy a punto de llegar a casa, en una curva, muy cerca de aquella en la que “Tirana” había dado a luz al primero de sus nueve cachorros de la camada “M”, presiento que algo anda mal. Paro, enciendo la luz interior del coche y, efectivamente, compruebo que ella está empujando pero que lo único que expulsa es sangre roja, fresca y en gran cantidad.

Ahí mi móvil no tiene cobertura, así es que doy la vuelta y emprendo el camino de regreso a la Clínica, a toda velocidad. Unos kilómetros más abajo, aviso a “Jota” que estoy volviendo y le cuento la situación, consciente de la gravedad.

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Cuando finalmente llego, ya está el quirófano preparado. “Jota” y Patty están listos y han avisado, además, a César que también está a punto de llegar. Yo, por mi parte, he llamado a una amiga, pues todos sabemos que vamos a necesitar de todas las manos disponibles para reanimar cachorros nacidos por cesárea, máxime porque “Feti” trae un buen montón.

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Los nervios son extremos, pero la coordinación, también. Y apenas una hora más tarde, mientras la madre se recupera de la anestesia, de la cesárea y de la ovariohisterectomía posterior, los cachorros, perfectamente controlados y estabilizados, toman su primer biberón de calostros artificiales pues, como era de esperar, “Fetiche” tardará un par de días en producir la necesaria leche para alimentar a sus nueve bebés.

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Cuando miro atrás y recuerdo la situación creada, no puedo por menos que dar gracias por lo afortunada que he sido; en casi veinte años, sólo en dos ocasiones hemos tenido que practicar operaciones de cesárea a dos hembras a punto de dar a luz; ambas, perfectamente experimentadas y, las dos veces, por circunstancias extremas. En el caso de “Fetiche” porque se atascaron dos fetos durante el tránsito y en el de “Cotilla” porque el más pequeño de sus once cachorros pesaba casi ochocientos gramos y su útero estaba tan distendido que las contracciones, por buenas que fueran, no eran suficientes para inducir la expulsión de los fetos. Los restantes veintitantos partos fueron naturales, limpios, rápidos y muy fáciles tanto para las parturientas como para los bebés y, también, para mí.

(Texto original, escrito por Christina de Lima-Netto y Federico Baudin específicamente para esta página Web y protegido con Copyright. No puede ser reproducido ni total ni parcialmente por ningún medio, sin el expreso consentimiento de Castro-Castalia por escrito).

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