Castro-Castalia Bullmastiffs

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La Traviata y Mastiff, Castro-Castalia Bullmastiffs

La Traviata de Castro-Castalia con un Mastiff

Desde que hace casi veinte años cuando Chris empezó a criar Bullmastiffs, tuvo muy claro que una de las causas principales para la agresividad patológica en el perro, era la falta de socialización temprana. El tiempo me ha dado la razón; hoy hay ya suficientes estudios etológicos que confirman su teoría empírica y que demuestran sin lugar a dudas que los individuos con comportamientos fóbicos, timidez excesiva y agresividad injustificada, son en un elevado porcentaje aquellos que se han criado en ambientes restringidos, empobrecidos y/o visualmente limitados desde el momento del destete hasta bien entradas las 12-14 semanas. El aislamiento que tales situaciones provocan (por ejemplo, no tener acceso a ampliar zonas de recreo, pasar todo el tiempo encerrados en cheniles de escasas dimensiones entre cuatro paredes, no relacionarse con otros congéneres ni otras especies, etc.) produce lo que los etólogos han dado en denominar el “síndrome de criadero”, que impide a esos animales relacionarse luego fácilmente con otros perros, con personas y aceptar situaciones nuevas y desconocidas.

Algo parecido ocurre entre los cachorros que se crían con un escaso contacto con el ser humano, como suele ocurrir en las “granjas caninas” (del inglés “puppy mills”) y/o en criaderos pensados exclusivamente para lanzar al mercado camadas y camadas, como negocio, sin prestar la más mínima atención a las necesidades más básicas de afecto y cariño de los pequeños, que son las que fomentan en los individuos la posterior confianza cuando se han de relacionar con personas de todas las edades y condiciones.

En perros de talla pequeña o mediana, si bien la escasa socialización produce animales fóbicos, tímidos, nerviosos, hiperactivos, ladradores y mordedores en exceso, la cuestión del comportamiento neurótico parece pasar relativamente desapercibida para los dueños, pero cuando estos mismos comportamientos irregulares se los manifiestan perros de cuarenta y cinco o más kilos, la cosa cambia significativamente de cariz. Y no hay duda de que resulta muy difícil de controlar un animal de gran peso y talla que se vuelva agresivo como consecuencia de una patología que se ha desarrollado por las carencias de sociabilización que ya he expresado.

En el caso del Bullmastiff, para desgracia de todos, hay hoy demasiados “pseudo-criadores” que --más interesados en obtener ingresos fáciles y rápidos al rebufo de la notoriedad que la raza ha podido tomar en manos de unos pocos pero muy afamados Criadores (con mayúsculas) de renombre internacional que han sabido preservar las mejores características del comportamiento equilibrado, discriminatorio, afectuoso del Bullmastiff y fomentarlas incluso—tienen como única intención producir cachorros en gran número sin ocuparse ni de una correcta selección ni mucho menos de una completa y dilatada socialización. Y luego vienen los problemas y la “mala fama” (de los perros ¡claro!, porque esos “pseudo-criadores”, cuando se ven muy acogotados por las quejas o la reducción de su negocio, cambian de raza y se quedan tan anchos… dando a sus perros no útiles para el "negocio" un destino inconfesable).

Amén de las cuestiones relacionadas directamente con la escasa socialización de los cachorros y los problemas que se derivan de esta carencia, hay otro tema que no puedo pasar por alto. Ciertas líneas de sangre y ciertas familias parecen transmitir algunos rasgos de comportamiento violento e hiperagresivo de forma directa.

Y aquí en España, en el caso de la raza Bullmastiff, ha habido algunos buenos ejemplos de ello en los últimos diez o quince años. Lejos de constituir una anécdota aislada, hace algunos años, uno de estos criadores de pacotilla –que no por llevar muchos años en el mercado aprendió jamás a criar buenos ejemplares--, importó un semental de Estados Unidos, de color atigrado. Lo adquirió a un precio de ganga (lo cual, a cualquier persona con dos dedos de cabeza debería hacerle desconfiar de la “rebajita”) y lo utilizó hasta la saciedad con sus hembras, cediéndolo, además –muy alegremente ¡toma no, menudo negocio!-- para montas con hembras de otros “pseudo-criadores” y particulares. En muy poco tiempo, se sembró y diseminó la semilla del mal… y en sucesivas generaciones han aparecido ejemplares igual de “tarados” que su antepasado. Y es que, aparte de los condicionantes externos, medioambientales e inducidos, hay en muchos casos un componente hereditario en las agresividades patológicas, aquellas que no tienen que ver con el comportamiento social más o menos dominante, de los perros.

Quiero aprovechar para resaltar un dato que bien merece ser tenido en cuenta por cualquier persona que siendo o queriendo ser propietario de un Bullmastiff, se plantee la idoneidad de ésta raza, ahora que en algunos países –incluido el nuestro—recibe la consideración de “perro potencialmente peligroso” por parte de las autoridades. No existen los perros que repentinamente se vuelven locos agresivos y que de la noche a la mañana agredan a otros perros o personas. Detrás de cada incidente, existe siempre una causa; unas veces, las más, es la consecuencia de una mala selección genética, de una mala crianza resultante de la escasa socialización en etapa temprana (desde el destete hasta las catorce semanas, inicialmente y luego hasta los 6-8 meses en una segunda fase) y sólo mínima y circunstancialmente puede deberse a otros factores como por ejemplo un cambio de comportamiento debido a una enfermedad grave (p. ej. tumores cerebrales) o a una situación de máximo dolor o estrés.

Dicho esto sólo me queda que añadir que el propietario responsable, sabrá elegir a un Criador (con mayúsculas) igualmente responsable, partiendo de la base de que el trabajo bien hecho es la mejor garantía que se le puede ofrecer al dueño y que el trabajo bien hecho es aquél en el que se ponen todos los medios necesarios para criar ejemplares típicos, sanos y equilibrados. No hay, no puede haberla, ninguna excusa para que así no sea.

(Texto original, escrito por Christina de Lima-Netto y Federico Baudin específicamente para esta página Web y protegido con Copyright. No puede ser reproducido ni total ni parcialmente por ningún medio, sin el expreso consentimiento de Castro-Castalia por escrito).

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